Sin ocio no hay negocio y … viceversa
Por Hugo Marroquín
O dicho de otra manera: sin un real cultivo del discernimiento y renovación, a través del desarrollo de actividades cuya finalidad y valor están en sí mismas – actividades autotélicas, no hay trabajo o servicio que valga ofrecerse. Y sin la entrega de valor (oblatividad) a través de un servicio o acción libremente ofrecida, no es posible renovarse o recrearse en un proceso constante y de desarrollo permanente. Oblatividad viene de la palabra 'oblación' que significa don, entrega, servicio, aporte, oferta de valor.
Veamos. En la historia el tema surge, con carácter de rigor, desde los griegos, para quienes el ocio no era, sólo, un tiempo de descanso para poder seguir trabajando - como lo es ahora -, sino más bien el objetivo de una vida feliz. Para los griegos clásicos las actividades dedicadas al ocio significaban paz, tranquilidad, estudio, investigación por ello constituían la finalidad de la educación ejercitada en la escuela (sjolé). Para ellos, lo importante estaba en el ejercicio del ocio más no en el negocio que representaba su negación (neg-ocio = no ocio) no en sentido de estar en contra del ocio sino aceptándolo tal vez como un complemento secundario. Así escribe Aristóteles en 'Política': "La naturaleza humana misma busca no sólo el trabajar correctamente, sino también la capacidad de emplear bien el ocio. Este es, una vez más, el fundamento de todo."
Para los griegos este ocio se desplegaba en la theoría; es decir, en el ejercicio de la facultad de contemplar y pensar que contienen el potencial y posibilidad de asombrarse y por aquí, dice Aristóteles, se inició la reflexión filosófica.
Como bien nos recuerda Rul-lán, si en Grecia Aristóteles y Platón desarrollaron el concepto del ocio; en Roma, Séneca le dio un contenido de mayor alcance y con él se pasó del ocio al negocio. Séneca nos da razones importantes para dedicarle tiempo al ocio creativo y luego matiza la importancia de esta virtud con la necesidad de compaginarla con el negocio, es decir, de llevarla al trabajo cotidiano o servicio en el trato con los demás y la interacción con realidad natural circundante. Una razón que Séneca nos da es que la contemplación es nuestra actividad original ya que "…la naturaleza nos concedió un carácter curioso y consciente de su habilidad, y de su belleza; nos engendró como observadores de un magno espectáculo". Otra razón sería que "mediante el ejercicio del ocio creativo renovamos nuestra percepción muchas veces bloqueada en el trajín cotidiano..." con prejuicios poco realistas o irracionales.
Actualizando, se puede decir que la actividad del ocio creativo bien empleado debe ir acompañada de la acción creativa, pues no existe intuición, inspiración o reflexión sin actividad y … viceversa. Entonces, habrá que incorporar un nuevo término que será el fluir como integración creativa.
Y así en este breve recuento, se puede concluir a priori con apoyo, inicialmente, en los autores clásicos que es preciso integrar estos dos elementos de ocio y negocio a través del desarrollo de una actitud permanente de descubrimiento y acción, y ampliar los espacios de formación y desarrollo de manera que nuestras agendas también se recreen con actividades renovadoras dentro y fuera de la organización del trabajo.
Veremos, con ello, cómo tanto nuestro servicio como nuestra comprensión se renuevan y benefician recíprocamente, hasta llegar a equilibrarse y armonizarse en una actitud síntesis de valor permanente en cualquier espacio y circunstancia en que nos toque actuar.
ORGANIZACIÓN CAMPOVERDE
29 de noviembre 2004
El Consultor escribe.
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