La mente humana dentro de su complejidad y la necesidad de vivir en comunidad, se hace responsable de otras personas con el afán de "ayudarlas".
Pocas veces pensamos que no podemos cambiar a nadie, que lo único que podemos hacer es persuadir o inspirar; en ambos casos, la otra persona debe tener el propósito de cambiar.
Nos ilusionamos con la imagen de lo que podría ser o mejor dicho, con la imagen de lo que nos gustaría que fuera y perdemos la objetividad de la persona que tenemos delante.
A consulta llegan mucha gente (sobre todo mujeres), quejándose de la pareja, pero viendo objetivamente, en el 90% de los casos, él ya era así, solo que ella lo idealizó, a veces consciente y a veces inconscientemente y pensó que cambiaría con el tiempo.
El enamoramiento nos hace entrar en un estado zombie y si sumamos problemas de amor propio, terminamos durmiendo con el enemigo.
Trabajemos en nosotros mismos y en curar nuestras heridas antes de elegir una pareja, el autoconocimiento, tener en claro nuestros valores y los no negociables, es vital para elegir desde la calma y el amor y no desde la carencia y la soledad.
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