" Aunque muchos padres lo preferirían, no podemos pedir a los hijos que repriman su ira. Podemos entrenarlos, sin embargo para que la expresión sea de una forma constructiva. La palabra es probablemente el cauce de expresión de ira más fácil de utilizar, los hijos no deben usarla en forma indiscriminada, estos no podrán defenderse, acumulando resentimiento y rencor que da lugar posteriormente a los patrones de ir a pasivo agresiva.
El primer paso es aprender a comprender y expresar la forma sana de nuestra propia ira. Los padres deben evitar el sarcasmo, el desprecio o los comentarios despectivos ante la ira de sus hijos, escúchelo atentamente para que se sienta respetado. Valore al niño si cree que ha desarrollado alguna respuesta positiva hacia la ira, es decir, si ha podido ejercer algún poder sobre sí.
Los conflictos emocionales no son batallas que desembocan en victorias o derrotas. Cuando un miembro de la familia, niño o adulto, se equivoca, es importante pedir disculpas (desde los cuatro años un niño puede comprender el concepto de "lo siento")."
El burlarse de las emociones expresadas, tanto la manera como del ¿por qué? del enfado es peligroso para el proceso de la comunicación, el decir frases como: ¿Por eso te enfadas?, por tonterías explotas, cuando tengas mi edad vas a entender que lo de hoy es algo sim importancia... y más. No sólo es falta de empatía, sino que es desinterés por entender al otro y romper la comunicación, es decir, que la próxima vez que sientan algo que creen importante, ya no seremos los elegidos para escucharlos y ayudarlos.
Un momento tenso es una oportunidad para educar en las emociones, no un fastidio, si bien lo ideal es enseñar con el ejemplo; el momento de enojo nos sirve para enseñarle a los chicos a reconocer, sentir y gestionarse.
Nunca es tarde para crear puentes de comunicación, no digamos: ya es tarde para eso, padres somos para siempre.