En este tiempo de cambio, reinventarse ha sido una palabra que al comienzo me sonaba a "complejidad" a pesar de haberlo hecho yo varias veces, pero se volvió una constante y me dediqué a escuchar a diferentes personas y me encantó la conclusión que saqué.
Mucha gente se quedó con una mano delante y la otra atrás, la pasó muy mal: sin salud, sin dinero y sin amor; eso es algo que tengo muy claro, pero ahora me gustaría resaltar algunas historias que son la otra cara de la moneda.
Un señor de más de 60 años, mototaxista, ahora era "el señor que hace las compras", le hacías una gran lista con 3 o 4 establecimientos, te compraba lo que pedías tal cual y te llevaba el mandado a tu casa, cobrándote un plus por su servicio. Su condición era que solo iba a contestar el teléfono de personas conocidas y recomendadas, por lo tanto; si tu amiga te pasaba la voz, tenía que darle tu número y el tendría tu nombre registrado, si lo llamaba un número desconocido no contestaría.
Una mujer de 54 años que se dedica a la venta de ropa en un la tienda de Gamarra que tiene claro que pasará un buen tiempo antes de que pueda regresar al trabajo y se dedica a hacer alfajores, galletas de avena y rosquitas ofreciéndolas entre personas conocidas.
Una mujer de casi 40 años que era empleada del hogar y que se queda sin ingresos de un momento a otro, ahora confecciona tapabocas, tiene su propia marca, las entrega por Glovo y tiene diseños en Facebook para que puedas elegir el que más te guste.
Un hombre de 43 años, odontólogo en una clínica, que prepara Lasañas a pedido y disfruta tanto de hacerlas como de entregarlas.
Los terapeutas, que aprendimos que las sesiones son posibles por un zoom o por WhatsApp; que los vínculos se refuerzan, de manera distinta, pero prevalecen a pesar de la distancia; la misma que se volvió más corta, pues ahora podíamos hacer sesiones a nivel internacional.
Chicos universitarios que al ver a sus padres tener problemas con los sueldos, se dedicaron a dar clases particulares por WhatsApp y tener ingresos extras que los ayuden a cubrir sus gastos y poniéndole el plus, de que comenzaron a entender, que la familia es un equipo, y que cuando las cosas se ponen complicadas, todos debemos remar al mismo objetivo.
Cantidad de colegas que hemos regalado horas de nuestro día a día para hacer contención de personas que estaban pasando por momentos terribles, maestros contrariados por un cambio tan radical, que fueron atendidos y recibieron talleres de gestión emocional.
Ver como personas de la tercera edad, empezaron a tejer a crochet a palito o a cocinar y grabarse con el celular de sus nietos y haciéndose famosos.
Ver actrices con la cara lavada, enseñando qué cremas y qué productos usan para poder tener una piel lozana; antes creo que hubiera sido casi imposible ver a una actriz con cero maquillaje y que abra el baño en su casa para contarte todo lo que hace para permanecer bella.
Rompimos estereotipos, los gerentes tuvieron que bajar al ruedo y buscar opciones, las personas que se sentían inalcanzables, se dieron cuenta que un bicho las conminó a su casa, igual que cualquier mortal y todo empezó a tener un valor diferente, la vida se volvió lo más importante en el día a día.
Recordamos esas habilidades tan nuestras, escondidas, que no las desarrollamos sentados en la oficina, pero que era nuestra pasión y que alguien en algún momento nos dijo: "eso no da plata, no te ves bien o vas a morirte de hambre"; ahora que las cosas estaban tan complicadas, fueron las que nos salvaron la vida y el bolsillo.
Quizá tengamos que poco a poco reincorporarnos al trabajo, a una rutina y todo eso, pero nos quedó claro de qué estamos hechos en realidad, que estamos dispuestos a hacer de todo - como lo hemos demostrado - para sobrevivir a una crisis tan gigante y no morir en el intento.
A seguir creciendo a propósito.