La primera vez que me dijeron esta frase, me acuerdo que me propuse firmemente escuchar más en mis relaciones. Sin embargo, luego descubrí que, aun quedándome callado, podía no estar escuchando al otro.
Pero ¿a quién escuchamos cuando no escuchamos al otro?
Nos escuchamos a nosotros. No podemos escucharnos y escuchar a los demás al mismo tiempo. Por eso, cuando estés conversando con alguien, te invito a que chequees cada tanto el lugar en el que estás enfocando tu escucha, preguntándote: ¿Estoy escuchándolo o escuchándome? Una buena manera de testear cuánto estás escuchando es preguntarte (y poder responder): ¿ Qué le preocupa y qué le interesa a esta persona? "
Por otro lado en el libro Coaching educativo y gestión del talento en las escuelas de José Cueto utiliza el témino comunicación efectiva de esta manera:
"Las destrezas de la comunicación solo serán efectivas si vienen acompañadas por la congruencia entre tu lenguaje, tono de voz y tu expresión corporal. Para lograr esto es importante desarrollar los siguientes hábitos:
- Concentración: Con la finalidad de apagar el ruido y diálogo interno.
- Conexión con quien se habla: No solo escuchar la voz sino el cuerpo y emoción del alumno o padre con quien hablas.
- Mantener contacto visual: Estar presente, lo que facilitará la conexión.
- Si la mente te distrae: ¡Date cuenta! Y vuelve a enfocarte.
- Asegurarnos con reformular y aclarar: Que entendemos y hacemos entender el mensaje correcto que se quiere transmitir.
- No interrumpir: Lo que implica dar espacio para que el padre o alumno se exprese libremente.
- Si estas ocupado y no puedes liberarte: Pide disculpas y agenda una reunión para otro día. "
Entonces, así como no hay luz sin oscuridad, no hay comunicación si no sabemos escuchar al otro, por lo menos no una comunicación de ida y vuelta.
Interiorizar estos conceptos podrían ayudarnos a escuchar lo que nos dicen y no lo que creemos que quieren decir.
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