Nuestra casa, que ahora es el todo para la mayoría de nosotros, en un inicio del confinamiento fue como una cárcel, un lugar íntimo pero desconocido, lleno de nada y que le faltaba todo y lo fuimos convirtiendo en nuestro nido y personalizándolo como jamás imaginamos para adaptarlo a nosotros.
Empezamos a crear rutinas que nos hicieran sentir útiles y a la vez nos hacen sentir orgullo por el logro obtenido, hacemos los quehaceres y nos admiramos muchas veces de los resultados, porque con el día a día y un mundo que te vive, no nos dábamos el tiempo para esa palmadita en el hombro de "buen trabajo".
Aprendimos a manejar el estrés de los hijos, a crearles espacios, a sentarnos a reír y a discutir de vez en cuando. Haciendo tareas, viendo el mensaje a la nación despacito para no interferir con el zoom del cole.
Los zapatos y los vestidos los vemos más lindos y rezamos porque nos queden después de la cuarentena, porque a veces hemos cambiado las lechugas por las galletas de avena que preparamos con los chicos o la receta de lasaña y pancitos de sartén que nos dio mamá por videollamada - aunque durante dos minutos le vimos la oreja primero- y nos reímos en la casa.
Disfrutar de la peli que estrenaron hace 10 años abrazados, en el sillón, comiendo canchita, mirándose a los ojos y los niños viendo unos padres que no conocían, un papá que se levantaba a hacer las compras y a lavar los platos, una hermana que hacía tostadas y un pequeñito que trae la mantequilla, mientras el perro come del suelo las galletas que se derramaron cuando la pequeña quiso servir con cuidado su alimento para perros.
Es momento de ver las virtudes, de valorar los pequeños logros, de reinventar el concepto de familia, de emocionarse con un zomm con las amigas del cole, los primos, la gente del trabajo (no solo para trabajar).
Cuando sientes que ya no aguantas más a alguien, hazte la siguiente pregunta: ¿Podrías estar contigo mismo 24 horas? por lo tanto hay que comprender que nada es fácil. Tratemos de recrear un espacio en nuestro interior donde lo que te molesta puede ser bienvenido y comprendido, resistirnos a querer tener todas las respuestas y andar corrigiendo; encontrarse, disfrutarse, ser socios, hay que tenerse más paciencia.
Suena más fácil de lo que es en realidad, la vida no es un viaje para la felicidad sino para la heroicidad dicen algunos, yo creo que, cuando te sientes héroe eres feliz. Lo que logramos amar nos hace libres y lo que odiamos nos ata, el pasado es como un cementerio y la energía de la vida es vivir el "aquí y ahora" con una mirada al futuro, sin expectativas, sin prisa pero sin pausa.
En estos días de nuevos formatos de vida, busquemos eso que nos apasiona y que quizá no nos permitíamos hacer por creer que era improductivo, como pintar, leer, cantar, cultivar plantas en macetas, tejer, escribir un diario que podría ser después el inicio de un libro, aprender algo en los miles de cursos gratuitos por internet o cualquiera de esas cosas que cuando las piensas te hacen sonreír.
Ahora es el momento de hacer, reprogramarte y reinventarte para un mundo que no se va a parecer casi al que dejaste antes de 15 de marzo, allá afuera todo cambió, ahora te toca a ti.
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