Trillada broma de preguntar ¿hay vida después del matrimonio?, para los recién casado si, para los que llevan cinco años la respuesta es: "hay que negociar", los de diez años de casados te dicen: "con los chicos en casa revoloteando no tanto", con 20 años : "con las universidades y tantas cuentas por pagar difícil" y después de veinte suenan grillitos: cri cri cri cri. No es el 100% de casos pero si muchos.
Según Enric Corbera la paz interior es el equilibrio emocional, cuando sé que lo que hago es lo que tengo que hacer, me siento bien y entiendo que habrán amigos y enemigos al vivir esa coherencia.
Interesante punto de vista si tomamos en cuenta que, muchas veces creemos que nos sentimos bien, pero al día siguiente nos estamos cuestionando o sintiendo culpa, es entonces cuando hay que replantearnos de donde salió esa decisión y verificar, que no fue impulsada por el dolor emocional sino de la búsqueda de mi bienestar y el bienestar de mi entorno.
Para comprender el dolor emocional, este normalmente aparece en la primera infancia, donde siempre hay inocentes y víctimas, culpables y victimarios. Ya de adultos, cuando decimos: "mi pareja me está haciendo daño" (hablamos del emocional) lo hacemos desde el victimismo, que es un lugar que no nos ayuda a evolucionar. Cuando evolucionas y te das cuenta que el daño no está afuera sino dentro de ti, puedes replantear las cosas y desaparecemos el : "pobre de mi", "es mal@ conmigo" que solo nos paraliza.
Algo que condiciona los matrimonios son las creencias que traemos de la familia, de los padres: los conceptos de lo que debe ser un matrimonio, la vida de pareja, el ver un divorcio como un fracaso en lugar de una nueva oportunidad de hacer las cosas de otra manera, normalizar la rutina y el desinterés con la frase "ya firmaste, ya fuiste" (frase muy peruana) y la verdadera liberación para ser parejas conscientes empieza con vivir en coherencia sin importar lo que opinen los demás. Cada pareja es un universo único con costumbres, preferencias, sexualidad y esencia propia.
Ahora bien ¿qué pasa con las relaciones disfuncionales? que en este momento, en que hay que estar tantas horas cerca el uno del otro y afloran las diferencias, combinadas con la sensación de encierro.
Podríamos bajar la guardia y preguntarnos lo siguiente: ¿me han obligado a cambiar mi forma de ser o fui yo quien cedió?, ¿qué estoy reprimiendo?, ¿siento que estoy disfrazando algo constantemente?, ¿sé valorarme? , ¿puedo ser espontáne@? , ¿me siento querid@ y respetad@?. Si te das cuenta, todo depende de ti, no del otro, depende de tu percepción y como reaccionas a esa información. Querer que el otro cambie paraliza.
Tu eres el carcelero y el encarcelado, tu tienes la llave y el candado ¿a quién le estás entregando el poder de tu vida? si tu eres el dueño de ella y te encierras en frases de obligatoriedad, en los ¡Tengo que! y los tomas como verdad, siempre están allí y todo se complica; cuando nos sentimos presos de ello. Así que comienza a pensar en ti y si tu pareja es la correcta te va a acompañar en el proceso y crecerán juntos. Cada uno a su ritmo y con respeto a las diferencias.
Pregúntense y sean francos el uno con el otro: ¿cuántas cosas estás postergando?, ¿cuantas crees te estás perdiendo? , ¿vives la vida que quieres vivir? , ¿qué sueños he rechazado que puedo retomar? , ¿hay equilibrio entre dar y recibir?, haz un plan y compártelo con tu pareja y que él haga el suyo, sincérense y desde sus diferencias asuman que nadie cambia porque el otro quiere que cambie, sino porque está convencido que si cambia es bueno para el mismo y ese bienestar se hará extensivo a su entorno, conseguir paz y, si ambos desde sus trincheras así lo hacen, podrán juntar sus felicidades y vivir en paz.
Mucho para digerir pero cuando hay amor y ganas, este punto de quiebre de preguntas poderosas hace no que cambiemos el destino sino que tomemos un camino más sano y diferente para llegar a él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario