Tengo 45 años, estoy a una semana de cumplir 46.
Por mi cuerpo pasaron dos hijos: el mayor ya tiene 18 y mi hija 14, pero hoy decidí salir al jardín a tomar el sol con un bikini que hace notar mi sobrepeso (y lo digo con todas sus letras), unos pechos no erguidos y unos rollitos en una barriga con estrías y piernas rellenitas; eso es lo que vi en el espejo.
Me vi con ojos de juicio, me comparé con estereotipos de lo que es "belleza", me critiqué sin compasión, me convencí que era gorda, fea, imperfecta... por un instante dejé de amarme.
Luego salí, puse un mat de yoga, me quité el pareo y me puse boca arriba y dije: ¡ya no más de mirarme como no me lo merezco!, es obvio que sería bueno hacer ejercicio y comer mejor, no por hacer dieta, sino porque cuidarme debe ser mi prioridad.
Vi mis pecas, que son mil y me encantan, vi mis hombros marrones por el bronceado, vi mi panza con heridas de guerra no con estrías, amo mi ombligo profundo, miré mis piernas con bonitas curvas y mis dedos de los pies tocando el gras, conectándome a la Pacha Mama y pensé: tan simple que es recordar lo bello, reconocer lo bueno, disfrutar el cuerpo en el que habito.
Tengo un tatuaje de diente de león de 10cm que es el tamaño de mi corte de la cesárea, esta flor simboliza libertad, nuevos comienzos y resurgir; tiene las iniciales de los nombres de mis hijos, que son uno de los motores de mi vida.
Imperfecta soy, sin cirugías, hilos, botox o implantes, sin horas de ejercicios ni platos llenos de lechugas. No juzgo a quien es feliz arreglando su cuerpo, retocándolo y esculpiéndolo; pero en mi caso, no hay arreglos de ningún tipo y hoy quiero amarme así, planeando qué quiero ir mejorando en mi apariencia porque sí; no porque alguien va a mirarme, no para agradarle al mundo, sino porque es el cuerpo en el que habito y es el comienzo de un amor eterno que sólo depende de mi.
Hagamos el esfuerzo de amar el cuerpo que nos tocó porque fue para aprender algo de la vida y si buscamos modificarlo que sea porque queremos sentirnos contentos al mirarnos en el espejo y no porque queramos que nos miren, porque la felicidad viene desde adentro.
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