La Queja es una Adicción Cerebral: Por qué tu mente prefiere ser víctima a ser feliz (y cómo cambiarlo)
Como coach y gestora de talento, a menudo escucho en mis sesiones frases que empiezan con "es que mi jefe...", "es que mi pareja...", "es que el país...". Según Estanislao Bachrach, doctor en biología molecular y experto en neurociencia, esto no es casualidad: a tu cerebro le fascina la queja.
Pero cuidado: que le guste no significa que le haga bien. De hecho, la queja constante es el enemigo silencioso de tu productividad y tu paz mental. Hoy vamos a desglosar qué pasa químicamente en tu cabeza cuando entras en el bucle del victimismo y cómo salir de ahí.
El Cerebro en "Modo Supervivencia"
Bachrach nos enseña una verdad incómoda: El objetivo principal de tu cerebro no es que seas feliz, es que sobrevivas.
Cuando te quejas y culpas a factores externos (el tráfico, la economía, tu ex), tu cerebro siente un alivio inmediato. ¿Por qué? Porque al colocarte en el rol de víctima, te liberas de la responsabilidad de actuar. Si la culpa es del otro, tú no tienes que gastar energía en cambiar. Para tu biología, eso es ahorro de energía puro y duro.
Sin embargo, el costo es altísimo:
Baño de Cortisol: Cada queja libera cortisol, la hormona del estrés. Esto mata neuronas en el hipocampo (memoria y aprendizaje) e inflama tu cuerpo.
Ceguera Resolutiva: Al enfocarte en el problema y no en la solución, tu corteza prefrontal (encargada de la toma de decisiones y la lógica) se bloquea. Literalmente, la queja te hace menos inteligente para resolver conflictos.
De Víctima a Protagonista: El Impacto en tu Productividad
Una persona instalada en la queja vive en "modo reactivo". En el entorno laboral o personal, esto se traduce en una incapacidad resolutiva. Si crees que el problema es externo, esperas que la solución también venga de fuera.
La neurociencia nos dice que las neuronas que se disparan juntas, permanecen juntas (Hebbian Theory). Si te quejas todos los días, construyes una autopista neuronal sólida hacia la negatividad. Tu cerebro se vuelve experto en detectar lo malo y ciego para ver oportunidades.
Neuro-Hack: El Ejercicio del "Reencuadre"
Para modificar esta conducta, necesitamos usar la neuroplasticidad dirigida. Bachrach sugiere que no podemos controlar el primer pensamiento (automático), pero sí el segundo.
Ejercicio Práctico: El Desafío del "Para qué"
La próxima vez que te atrapes en una queja o sintiendo culpa (que es una queja hacia uno mismo), detente y aplica este cambio de lenguaje (PNL):
Identifica la Queja: "¿Por qué me pasa esto a mí?" (Enfoque en el pasado/víctima).
Aplica el Stop: Respira hondo para bajar el cortisol.
Reencuadra a Protagonista: Cambia la pregunta a "¿Para qué me está sucediendo esto y qué puedo aprender?".
Ejemplo: En lugar de decir "Mi jefe me gritó, es injusto", reencuadra a "Mi jefe no tiene gestión emocional; ¿qué puedo hacer yo para no engancharme o para poner un límite asertivo?".
La Culpa es una Trampa
Darnos cuenta de cuándo caemos en la culpa o el victimismo es el primer paso para hackear nuestra mente. La culpa es el cerebro diciéndote "no te muevas, es peligroso". Pero tú, como adulto responsable y mujer en crecimiento, sabes que la incomodidad del cambio es mejor que la comodidad de la queja.
Tu capacidad de resolver la vida no depende de que los problemas desaparezcan, sino de que tu cerebro deje de pelear contra la realidad y empiece a gestionarla.



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