Hoy salí del consultorio temprano y había sacado una cita en el salón de belleza.
Cansada de mis uñas rotas y con los pelos locos -como siempre- llegué al salón; en realidad es solo fui para que me hagan las uñas esculpidas, últimamente tengo problemas con las uñas y se me deterioran con facilidad.
A la hora que me lavaba las manos, antes de que me atendieran, vi mis pelos parados, alborotados y desordenados, así que me dieron ganas de arreglarlos
La administradora me asignó un estilista, le pregunte: ¿qué crees que debo hacerle a mi cabeza?, tengo la cara redonda, no quiero cortarlo más y no me gusta cómo se ve, confío en ti.
Me miró y me dijo que era de las pocas personas que llegaban sin ideas de qué hacerse y que menos gente le dice: Confío en ti. Le sonreí, lo escuché atentamente y le dije: lo que tú digas está bien, soy tu publicidad, estoy segura que vas a hacer algo lindo con mi pelo.
Luego llegó la chica de las uñas, se llamaba igual que yo y le dije que me haga uñas esculpidas con manicure francesa y me conversaba mientras me hizo un trabajo impecable y me preguntó ¿puedo hacerle una modificación a tu manicure? claro que sí - le dije- de hecho la quieres poner más bonita.
Al final hasta me depilé las cejas y me di cuenta de varias cosas:
Las personas del salón de belleza nos dan un servicio, pero son personas como uno que necesitan ser bien tratadas y que es bueno escuchar sus recomendaciones para saber y para tener alternativas adicionales en la cabeza. Ser buena gente es un plus que hizo muy placentera mi estancia.
Me relajé horrores y disfruté el proceso al no estar pendiente de lo que hacían y cómo lo hacían, ellos son los que saben lo que hacen.
Y lo tercero y no menos importante, que debo cuidar más de mi misma, engreírme y sentirme linda con más frecuencia, eso me hace bien y si en el camino robé sonrisas, mejor aún.
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