martes, julio 01, 2025

Crianzas que dejan huellas: Lo que los golpes enseñan (y deforman) en el cerebro de un niño


La violencia física en la infancia no solo deja marcas en la piel: deja huellas profundas en el cerebro. Desde la neurociencia, se ha demostrado que cada vez que un niño es golpeado, su sistema de estrés se activa como si estuviera en peligro de vida. Se liberan hormonas como el cortisol, alterando zonas clave como la amígdala y la corteza prefrontal, responsables del miedo, la regulación emocional y la toma de decisiones.

Eduardo Calixto, en El amor y el desamor en el cerebro, explica que un niño criado bajo violencia aprende que amar duele, que hay que cuidarse incluso de quienes deberían protegerlo. Esa experiencia moldea la forma en que ese niño, ya adulto, se relaciona en pareja, en el trabajo o con sus hijos: puede tener reacciones exageradas, miedo a intimar, o desconectarse emocionalmente para no sentir.

Pero no todo está perdido. Gracias a la neuroplasticidad, es posible reprogramar estas rutas emocionales. Psicoterapia, vínculos seguros, trabajo corporal y prácticas de mindfulness ayudan a construir nuevas formas de vivir y amar. No para borrar el pasado, sino para que no defina el futuro.

Separarte de quien amas: qué pasa en tu mente y cuerpo cuando lo dejas ir


¿Por qué duele tanto dejar ir a alguien que amamos, incluso si sabemos que no es bueno para nosotros?

La neurociencia y la psicología clínica explican que el amor activa en nuestro cerebro un circuito de recompensa similar al de una adicción: dopamina, oxitocina y serotonina se elevan cuando estamos cerca de esa persona. Cuando nos separamos, estos químicos se desploman… y aparece la ansiedad, la tristeza profunda, el insomnio y la sensación de “vacío”.

Desde el punto de vista cerebral, se activa la amígdala (responsable del miedo y el dolor emocional) y disminuye la actividad en la corteza prefrontal, dificultando pensar con claridad. Además, aumentan los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

En el cuerpo también ocurre una revolución: el síndrome del “corazón roto” es real, y el sistema nervioso se altera, generando palpitaciones, dolores de pecho o falta de energía. Todo esto forma parte del duelo.

¿Cuánto dura?
Entre 3 a 6 meses si se logra cortar el contacto, aunque puede extenderse más si hay recaídas o vínculos no resueltos.

¿Qué puedes hacer para ayudarte?

  1. Cortar contacto real: nada de espiar redes ni mensajes.

  2. Expresar el dolor: hablar, llorar, escribir.

  3. Hacer ejercicio físico.

  4. Apoyarte en personas que te aman.

  5. Resignificar: ver la relación con claridad, sin idealizar.

Separarte puede ser doloroso, pero también puede ser el primer paso hacia tu libertad emocional.

Te leo en los comentarios.

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