Estoy en mi patio, es de noche, el clima está tibio, suenan lo grillos.
Me preparé crepes de avena con frutas y miel, prendí unas velas y puse a Silvio Rodríguez en el celular.
Hace un rato molí granos de café, el olor era increíble, y en mi prensa francesa pasé un poco, le puse un chorrito de leche a mi taza y la llené de café.
Algunos piensan: ¡oye, que deprimente!, otros opinan : ¡qué suerte! y las mamás aprensivas me dicen: ¿y tus hijos no te interrumpen o piden cosas justo en ese momento?.
Escucho "Unicornio" mientras escribo esto, Silvio habla de su inspiración en esa canción, que la perdió, se le extravió y pide que le informen si encuentran a su "unicornio azul".
Eso pasa con la soledad, llenamos la agenda de cosas, de eventos, de gente y perdemos a nuestro "unicornio", el que nos ayuda a hacer balances, a replantearnos las cosas, a sentirnos y escucharnos a nosotros mismos.
Conversé con un psicólogo holísitico el otro día y comentábamos el miedo de las personas en general a estar solos, como disciplina saludable, como un proceso bueno, hacer un alto, una pausa y revisar si estamos donde queremos.
¿Para qué?
1. Para ver si andamos por el camino correcto y qué podemos corregir. o
2. Para replantear nuestras vidas para llegar a ese lugar que queremos.
Pero que miedo ¿no?
Hagamos un ejercicio:
Anotemos lo que sí hemos logrado primero y luego lo que nos falta, seamos empáticos con nosotros mismos y reconozcamos todo el camino recorrido, lleno de aprendizaje y luego veamos las cositas que podemos corregir.
No temamos a la soledad, que sea nuestro unicornio, no para deprimirnos sino para darnos una nueva oportunidad.
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