sábado, mayo 10, 2025

Cuando el amor se rasga: una mirada humana a la infidelidad


Las infidelidades no siempre nacen del deseo físico ni del desamor. A veces, emergen del vacío. Otras, del descuido emocional. Como una planta que no se riega hace tiempo, la relación empieza a secarse en silencio, mientras por fuera parece seguir de pie. Y en ese terreno seco, muchas veces, alguien busca sombra en otro jardín.

No es una justificación. Es una realidad emocional que merece ser comprendida, no simplificada.

Una infidelidad hiere. Profundamente. Al que fue traicionado, sí. Pero también —aunque a veces no se vea— al que fue infiel. La confianza se rompe como un vidrio: el ruido es inmediato, los pedazos quedan por todas partes, y el reflejo ya no vuelve a ser el mismo. Aparecen la angustia, la inseguridad, la rabia, la culpa. El cuerpo lo siente: no se duerme igual, no se respira igual.

¿Y qué pasa después?
Algunas parejas deciden intentarlo. Otras no. Ambas decisiones son válidas si vienen desde un lugar consciente y verdadero.

¿Se puede sanar? Sí, pero no sin trabajo. No sin mirarse de verdad. No sin hacerse preguntas incómodas. Sanar implica, muchas veces, volver a empezar desde otro lugar. No el de “olvidar lo que pasó”, sino el de entender por qué pasó, y qué partes de la relación —y de cada uno— necesitan ser vistas y cuidadas.

La tasa de éxito al volver con una persona infiel no depende de la infidelidad en sí, sino de lo que ambos estén dispuestos a transformar. No todos eligen hacerlo. No todos pueden.

Y está bien. Porque a veces, el acto de amor más profundo es soltarse con respeto.

Si estás transitando esta herida, te abrazo desde aquí. No estás sola. No estás solo. No eres débil por sentirte roto ni por llorar por alguien que te hirió. Estás vivo, y eso duele a veces. Pero también es lo que te permite reconstruirte.

🌿 Que este momento, aunque doloroso, sea una oportunidad para mirar hacia adentro. Para escucharte. Para cuidarte.

Con amor,
Luchi Ghersi Coach

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