A lo largo de los años hay patrones que tienden a repetirse una y otra vez: personas que anhelan amor, pero huyen del compromiso. Esta aparente contradicción tiene raíces profundas, tanto biológicas como emocionales, muchas veces ligadas a vacíos de la infancia.
1. Biología y cerebro emocional
Nuestro sistema límbico, que regula las emociones, reacciona intensamente ante estímulos que prometen placer inmediato. En especial, la dopamina —el neurotransmisor del placer— se activa frente a la novedad y la conquista. Las relaciones pasajeras alimentan ese circuito dopaminérgico, generando un “subidón” emocional que muchas veces se confunde con conexión. Pero como todo pico, va seguido de una caída. El compromiso, en cambio, activa zonas cerebrales asociadas al apego y la oxitocina, que requiere estabilidad y confianza, algo que para muchos se siente amenazante.
2. Comportamientos aprendidos y protección emocional
Las personas que evitan el vínculo estable suelen haber aprendido, consciente o inconscientemente, que amar profundamente es igual a sufrir. Este patrón puede venir de experiencias tempranas con cuidadores emocionalmente indisponibles, impredecibles o ausentes. Así, el cerebro asocia el apego con dolor, abandono o traición, y desarrolla una estrategia conductual de "proximidad controlada": estoy contigo, pero solo por un rato.
3. Vacíos emocionales de la infancia
Muchos adultos emocionalmente esquivos fueron niños que no se sintieron seguros, validados o amados de forma consistente. Esos vacíos no resueltos generan una base interna frágil. En vez de buscar una relación para construir, buscan evitar que se repita el daño. Y así, sin darse cuenta, prefieren lo efímero —donde sienten que tienen el control— antes que entregarse a la vulnerabilidad del amor real.
Conclusión
No es falta de amor lo que impide el compromiso, es miedo. Miedo a ser vistos de verdad, a depender, a perder. Comprender este trasfondo no justifica, pero sí humaniza. Detrás de la evasión hay una historia, un cerebro programado para sobrevivir y un corazón que aún no sabe cómo confiar.
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